En la saga Matrix (1999) veíamos cómo bastaba con enchufar un ordenador al cerebro de Neo, cargar diferentes programas y este podía aprender todo tipo de habilidades tan complejas como pilotar un helicóptero militar, manejar sofisticadas armas o dominar diferentes artes marciales y todo en cuestión de segundos ¿Te imaginas que fuera así de fácil también para mejorar los hábitos? Introducir por medio de un plug cerebral un usb con un programa para cada necesidad: “aprender a comer”, “técnicas de entrenamiento muscular”, “cocina sana”, “bailar tango, nivel maestro”… En unos minutos, despertar de estos chutes de terabytes de información, con estas habilidades ya instauradas para siempre.

La realidad dista mucho de esta fantasía. Cuando hablamos de cuidar la salud, desinstalar del disco duro el programa de autodestrucción que muchos tenemos sin saberlo, resetear el sistema e instalar un nuevo programa de autocuidado y conciencia, es lo que los psicólogos llaman, desaprender para volver a aprender y es un proceso que puede durar desde unas semanas hasta años en algunos casos.

Unas veces solo hace falta un profesional de la nutrición para encaminarse y otras, se necesita psicólogo, preparador físico, endocrino, cirujano bariátrico, fisioterapeuta, etc. y aun así no hay garantías. Depende de muchas cosas. La edad, por ejemplo.

Con los jóvenes es más fácil. Cuando viene a la clínica un adolescente de entre 14 y 18 años en un avanzado estado de obesidad, se comienza a tratar a toda la familia y casi siempre se revierte la situación y mejora la familia entera. Cuanto mayor es la persona, por norma general, más complicada se vuelve esta tarea. Décadas y décadas de condicionamiento y conocimientos erróneos entorpecen bastante la labor.

Hoy quiero hablarte de las personas que están ya en el camino del cambio ¿Qué pasa cuando parece que por fin lo están consiguiendo y vuelven a caer?, ¿cuáles son los mecanismos y las trampas que sin darse cuenta ellas mismas se tienden? Es un tema bastante complejo, pero voy a señalarte cuatro errores que he visto repetirse una y otra vez a lo largo de los últimos 10 años, en los que he atendido a más de dos mil pacientes.

1. Expectativas estéticas surrealistas: motivación equivocada

Vas al nutricionista y le hablas como si fuera un cirujano estético:

─Yo lo que quiero es perder estos michelines, estar más duro de aquí y aquí, que esta piel no me cuelgue y tener más músculo aquí.

─Entiendo. Además de llevar una excelente dieta libre de alcohol y de comida malsana, dígame ¿cuántas horas de musculación y deporte aeróbico está dispuesto a realizar por día, durante los próximos 10 años?

─Nada en absoluto. Es que no tengo tiempo. Bueno, quiero salir a caminar pero ya si eso a partir de enero que ahora voy liado. Y eso que dices de dieta sana diez años… A mí, mi fin de semana con mi vinito, mis cubatitas y mis paellitas con amigos, que no me lo quiten.

¿Parece exagerado?, te aseguro que es la transcripción literal de una de las cientos de charlas que he tenido de este tipo. Si tu única motivación para cuidarte es no parecer una ardilla voladora cuando extiendes los brazos, no tener apenas grasa corporal y poder lavar ropa en tu abdomen pétreo, esto ya en sí deja una brecha enorme para que a la primera de cambio se cuele la frustración. Pero si encima tus acciones no están en absoluto en consonancia con tus exigencias, pues ya apaga y vámonos.

La disonancia que genera esta situación sólo puede resolverse de dos maneras: o bien ajustas tus expectativas, o bien te pones las pilas y te enamoras de un proceso que conduzca a la obtención de tales resultados. Pero no lo hagas a modo sacrificial con ese único fin, porque cuando te lo dejes de golpe va a ser como soltar un piano de cola escaleras abajo.

2. Moralizar con el comportamiento

“Me he portado mal” o, “lo he hecho súper bien”, son algunas de las frases clásicas que un nutricionista de consulta escucha a lo largo del día.

Todos en algún momento u otro hemos llevado en la cabeza una especie de “karmámetro”. Un chip que nos dice cuán malos o buenos estamos siendo. Esto a la larga también nos boicotea.

Pensamos: “si como limpio y voy a entrenar dos días seguidos, he sido bueno, por lo tanto me he ganado el derecho de ser un poco malo”. Al día siguiente, como mucho y mal, trasnocho, bebo alcohol y me salto el deporte. Y todo esto lo hago tranquilo de saber que me lo he ganado. Aquí lo que no llegamos a ver en el momento es que, a la larga, somos pésimos haciendo cuentas. Damos un paso adelante y tres hacia atrás. Cada vez estamos más lejos de nuestros objetivos, pero además con la indignación de no entender por qué. En definitiva, nos hemos vuelto expertos en sobrevalorar cualquier pequeño esfuerzo y en infravalorar las indulgencias, sin ser capaces de ver cuán frecuentes se han vuelto y cuánto daño nos hacen.

Si en lugar de ir de un extremo al otro, buscamos un término medio que nos ayude a disfrutar moderadamente cada día, es probable que avancemos lento, pero siempre hacia adelante.

3. El éxito que nos conduce al fracaso

Si hemos mejorado nuestra dieta, si ya no tocamos tanto el sofá y en lugar de eso estamos dando paseos, si en nuestra despensa todo lo que hay es sano y además estamos aprendiendo a moderar el tamaño de las raciones y a respetar un horario de comidas, lo normal es que comencemos a bajar de peso. Y este éxito puede dar pie a un nuevo fracaso. Fíjate lo que me dice uno de mis pacientes cuando acabo de tomar sus medidas antropométricas:

─Enhorabuena Cacho, has perdido 4 kilos desde la última revisión y por lo que indica el analizador de composición, en su mayoría, son de grasa. Te felicito por el esfuerzo que estás haciendo y lo bien que estás instaurando tu nuevo estilo de vida.

─¡Buaaaaah! ¡Toma ya!, es que lo sabía, me lo notaba. Sabía que iba bien. Menuda pizza me voy a meter hoy entre pecho y espalda ¡la tamaño “familia numerosa” por lo menos!

Cacho, piensa que está todo bajo control. Todo lo hace por la cifra de peso. Es un sacrificio cuyo resultado le acaba de conceder una nueva licencia. Piensa que si pierde cuatro kilos, puede regodearse un rato en el mismo lodazal fangoso que lo llevó a tener sus 50 kilos de sobrepeso. Al final, parece que le ha cogido el truquillo y sabe manejarlo.

Lo que no entiende Cacho es que sigue enganchado. Sigue siendo un esclavo de esos sabores y en realidad no controla nada. Aparentemente le va bien, pues está siendo controlado por un profesional, el cual además le está dando muchas herramientas, pero en lugar de aceptarlas e integrarlas para hacer un cambio real en su vida, las utiliza para jugar al funambulista. Lo que no sabe es que a la menor racha de viento, todo se irá al garete y caerá nuevamente en ese oscuro abismo llamado obesidad.

4. Llenar de “deudas” a nuestro futuro yo.

Ya estamos en el camino. Hemos suprimido de nuestras despensas todo rastro de comestibles y bebidas perjudiciales. Comer sano, ya es una constante. Nos estamos moviendo. Vamos al gym a diario, salimos a andar y, ¡oh maravilla!, notamos que el pantalón nos baila. Hemos perdido muchos kilos y creemos que ya no hay vuelta atrás. Una sensación de control nos invade y comenzamos a aceptar todo tipo de compromisos. “Total, esto está dominado”─pensamos. Pasamos de ser ultra selectivos con los compromisos para comer, a decir sí a todo lo que surge. Y claro, una vez allí, pensamos: “¿qué demonios?, puedo permitírmelo. Luego sé que lo voy a quemar. Correré una hora más y comeré muy poquito”.

Sin darnos cuenta comenzamos a “hipotecar” a nuestro futuro yo. De repente dejamos de avanzar. Ese ritmo tan bueno que llevábamos se detiene y comenzamos a sentirnos frustrados, pues seguimos entrenando y moviéndonos, y comiendo sano casi siempre. Un buen día subimos a la báscula y vemos que incluso hemos aumentado 3 kilos. No entendemos nada. Sin darnos cuenta, nos estamos auto saboteando.

El único que puede hacer algo por tu futuro yo, es tu yo presente. O dejas de extender carísimos cheques que no vas a poder pagar, o el aumento de peso y consecuente debacle en tu proceso, no tardará en materializarse. La solución pasa por tener compasión por esa persona que serás en el futuro. No lo llenes de compromisos. Modérate en el presente, y utiliza todas las herramientas que tu profesional de confianza te está dando. Si te funcionaron antes, te funcionarán siempre.

De la misma manera que en la actualidad guardas un poco de dinero cada mes en una cuenta de ahorros, pensando en ese viejecillo que un día serás, también es ahora cuando debes actuar con tu alimentación y tus hábitos, para no llegar a un punto en el cual solo existe la frustración y la resignación de no haber podido conquistar una vida más ligera, más saludable, con menos complicaciones médicas y en consecuencia más feliz.

Conclusión

Existen muchas más maneras de boicotearnos. Elegir métodos milagrosos, hacer dietas muy restrictivas, seguir a falsos “gurús”, “infoxicarnos” con internet y las redes sociales hasta estar más perdidos que al principio, tomar productos dietéticos creyendo que nos ayudan, etc. Te acabo de señalar cuatro, que aunque probablemente te suenen, seguro que no habías reflexionado aún sobre estas.

Si de verdad queremos un cambio en nuestra vida, lo suyo sería sentarnos y meditar sobre los motivos que nos llevan a desearlo. Ser realistas sobre nuestras metas y una vez que lo tenemos claro, ser consecuentes con el estilo de vida que nos tocará llevar. Olvidarnos del cortoplacismo y de los falsos atajos es vital también. Pedir la ayuda adecuada a profesionales titulados y colegiados, puede ser el primer paso más acertado para lograr este cambio.

Suele decirse que nunca es tarde para mejorar y estoy de acuerdo. He tenido a pacientes que han perdido mucho peso con casi 80 años. Pero debemos tener claro que cuanto antes tomemos la decisión, menos complicado nos será y menos consecuencias para nuestra salud habremos acarreado.

Si existe una tendencia ancestral en el campo de la dietética es la de mitificar determinados alimentos, ingredientes, nutrientes o micronutrientes, atribuyéndoles propiedades poco menos que milagrosas. La idea de hackear nuestra biología interna a través de elementos externos con el fin de convertirnos en metahumanos siempre nos ha seducido. Ya en la antigua Grecia muchos atletas atribuían a la miel propiedades ergogénicas (de mejora en el rendimiento) y la tomaban creyendo que así alcanzaban mejores marcas. Hoy en día sabemos que la miel es en un 85% azúcar, el resto es agua y no, no tiene efectos ergogénicos. 

Hoy voy a hablarte de 4 alimentos que llevan varios años en boga y que sus partidarios no cesan jamás de hablar maravillas de estos pero que, no obstante, la ciencia ha mostrado que son alimentos normales y corrientes y que no tienen mayor efecto que otros mucho menos glamurosos.

Aceite de coco

El aceite de coco virgen lleva algo más de una década infiltrándose en los lineales de cada vez más supermercados. Muchos nutricionistas fuimos seducidos en un principio por sus supuestas propiedades. Su “alto” contenido en MCT (triglicéridos de cadena media) lo dotaba de características interesantes en dietas de adelgazamiento. No obstante, los nuevos estudios fueron mostrando que: 1- el MCT no sirve para nada y 2- su contenido en esta grasa saturada es ínfimo. Algunas líneas de investigación incluso mostraron que podía subir el colesterol LDL (el malo), aunque habría que tener en cuenta otros factores. Un asunto de vital importancia es saber que consumir un aceite que necesita 12 horas de avión para llegar hasta aquí no es bueno para la salud del planeta y que, a pesar de no ser un veneno y de que se pueda tomar, jamás igualará en propiedades a nuestro aceite de oliva virgen. Sabiendo lo anterior y considerando que su precio ronda entre los 15 y 30 euros por litro, mientras que el de oliva virgen extra oscila entre los 3 y 5, creo que queda poco que decir… En conclusión, si te apetece tirar mucho dinero a la basura para darle a tus platos un sutil toque a bronceador, adelante, no te pasará nada y podrás proclamar orgulloso que eres un piji-gelzi-fudi de primera.

Kefir

Si tecleamos “kéfir propiedades” en Google, vamos a alucinar con todas las maravillas que se escriben de este lácteo: “evita el cáncer, sana la piel, potencia el sistema inmunitario, mejora la salud ósea, previene la caída del pelo”… La realidad dista mucho de toda esta fantasía. El kéfir es un producto lácteo fermentado debido a la acción de hongos y lactobacilos,  muy similar al yogur. Su consumo no tiene mayores ventajas. Al igual que el yogur, contiene vitaminas del grupo B y calcio, pero no son deficitarias. Quien padece intolerancia a la lactosa y lo toma no suele tener consecuencias debido a que en el proceso de fermentación la mayor parte de la lactosa pasa a convertirse en ácido láctico, situación que también se da ¿con qué? ¡Bingo! Acertaste, con el yogur. Algo a tener en cuenta es que el kéfir puede llegar a tener hasta un 3% de alcohol, por lo tanto si un niño se tomara medio litro se estaría tomando 15 g de alcohol, suficiente para coger una buena cogorza. Es bastante improbable que suceda, pero no está de más saberlo. En conclusión, puedes tomártelo si quieres, pero no flipes praderas búlgaras. 

Aguacate

Aunque su popularidad en Norteamérica despegó en los 80, en España hasta hace 20  años nadie sabía ni lo que era. Hoy por hoy, no existe influencer, cheff o youtuber gastronómico que no posturee con este producto. El aguacate (del azteca ahuacatl, testículo) a pesar de ser la reina de las frutas insípidas, tiene todo un ejército de adeptos que ni el rey persa Jerjes. Su éxito es multifactorial. Por un lado es versátil, por otro es sano (la verdad sea dicha) también está su color y su forma. Hay dos motivos que convierten al aguacate en un alimento con el que no hay que flipar. El primero se llama agua. El documental “Podredumbre” de Netflix nos muestra cómo, debido a la gran demanda, el agua que se utiliza para su cultivo sobrepasa toda lógica volviéndose insostenible. Otro asunto reflejado en dicho reportaje es una realidad que pocos conocen. En México viejos cárteles del narcotráfico complementan sus ganancias con cultivos de aguacate. Esto se traduce en violencia desmedida, asesinatos, tortura y extorsión a pobres campesinos cuyas vidas no son más que mano de obra barata para sus verdugos. Sabiendo todo esto y teniendo en cuenta que su valor nutricional no es mejor que el de nuestro aceite de oliva (perdonad que sea pesado con esto), podemos reducir su consumo sin temor a que pase nada más allá de perder algunos likes en nuestras fotitos de Instagram. 

Quinoa

La monarca de los pseudo-cereales “buenrolleros”. Su majestad de la familia amarantácea, la quinoa, traída del Perú. Nutricionalmente se puede considerar saludable y, además, es relativamente fácil de cocinar. Es un alimento que se ha ganado su fama debido a su exotismo, (10 horas en avión convierten a cualquier cosa en algo exótico) y al hecho de que su proteína tenga mayor valor biológico que el de los cereales ya que no tiene déficit de aminoácidos, como sucede con el arroz, el maíz o el trigo. Esto se traduce en que es un alimento bastante completo. Entonces ¿por qué no me puedo flipar con la quinoa? Te estarás preguntando. Por varios motivos. El primero y más importante, es saber que viene desde el Perú. Su auge ha provocado un consumo desmedido en occidente dando pie a que los propios peruanos encuentren prohibitivo tomarla ¿Te imaginas que intentaras comer naranjas valencianas y que te las quisieran vender a 20 euros el kilo? Pues algo así pasa allí en la actualidad. Otro motivo para no fliparse es que, al igual que con el aceite de coco, consumir productos que vienen de tan lejos provoca una huella de carbono monstruosa lo cual es poco ecológico y prescindible.  Por último aclararte que su ventaja nutricional no es tal cuando entiendes cómo funciona el cuerpo humano. El hecho de que al arroz o a la pasta les falte un aminoácido (la lisina) no significa que sus proteínas no se vayan a aprovechar. El hígado se encargará de complementar esas cadenas con un pull de aminoácidos que irá acumulando debido a otras ingestas de otros alimentos.  Vamos que puedes comer algo menos de quinoa y no sufrir pensando que te faltará “poder proteico”.

Conclusión

La lista de “piji-alimentos” de este artículo podría ser interminable (semillas de chía, trigo sarraceno, algas, leche de cabra, bayas de goji…), pero lo importante es que te quedes con esto: consumir ciertos productos creyendo que son como una especie de talismán para la salud es un error que te puede llevar a olvidar dos cosas. En primer lugar que la salud no es una cuestión de sumar elementos “mágicos”, sino de restar elementos trágicos (sedentarismo, alcohol, tabaco, comestibles superfluos, relaciones tóxicas…) y la otra, es que cada vez que inviertes tu dinero en algo estás fomentando un tipo de comercio más o menos justo.

Llega el calor y un año más proliferan por todas partes las dietas, productos y pautas milagrosas, que nos aseguran unos resultados de adelgazamiento maravillosos en un muy corto período de tiempo.

No solo en revistas del corazón, programas de TV, plataformas webs y cuentas de redes sociales se nos vende esta panacea. También en comercios y clínicas donde, supuestamente, nos atiende personal acreditado. La industria del adelgazamiento milagroso es una maquinaria que genera miles de millones al año. Jamás se detiene, jamás retrocede.

Veamos la siguiente conversación de hace dos días con una seguidora de mi página de Facebook. He copiado y pegado literalmente, parte de esta:

—Hola nico soy cristina !!te quería preguntar si existe algún producto que sea bueno para quemar la grasa abdominal ? Ya que tu eres experto jajaj

—Hola Cristina. ¿Cómo estás? No existe ningún producto ni alimento que ejerza tal efecto. Hay varias formas de conseguirlo. La más inmediata es mediante cirugía estética, te puede costar entre 4.000 y 15.000 euros. Es traumático pero efectivo a nivel estético. Aunque si no se cambian los hábitos, normalmente se recupera todo lo perdido, menos el dinero.

—Jajja ya ves

—La otra forma de conseguirlo, es cambiando la manera de alimentarse y los hábitos de vida en general, pero olvidándote del factor estético.

—Yo llevo una dieta pero hace muy poquito !! Pero veo que la barriga es lo más costoso!!

—Sí, el cuerpo a veces le cuesta eliminar lo que le ha llevado años acumular

—Tengo un plan de ejercicio para empezar mañana y ya hace una semana que estoy haciendo la dieta que me han dado. Me siento mareada y con mucho malestar. Te lo puedo mandar y lo ves?

—Adelante amiga.

Seguidamente me manda la dieta en cuestión que le habían dado en un centro de estética y la lista de productos que le hacían tomarse. Para resumir, se trataba de la clásica y peligrosa pauta-fotocopia que sigue a continuación.

  • Desayuno: un vaso de zumo de limón y un sobre de *kemagrasusnosecuantos
  • Medio día: algo de lechuga con pechuga y otro sobre de *pierdeculusnosequintos
  • Noche: insípido pescado blanco hervido con dos hojas de espinacas y otro sobre de *meacaballusnocturnus

Además a semejante tratamiento se le sumaba la toma de los siguientes productos:

  • *Drenatuchichi 500, adiós piel de naranja
  • *Pelomatojun Plus, vitaminas y minerales
  • *Detoxtubody 3000, summer sensation

*Los nombres de los productos han sido alterados, para reflejar con mayor exactitud la pretendida eficacia que sus vendedores alegan sobre estos.

Seguir una pauta así es un total despropósito y una patada a la salud que puede llegar a acarrear serias consecuencias. Aunque pueda parecer un caso extremo este tipo de abordaje, por desgracia, es bastante habitual. Las dietas milagro siempre están ahí, con sus falsas promesas. Con sus absurdas pautas y rituales, con sus complementos alimenticios adheridos, que; ¡oh maravilla, te los venden ellos mismos!. Cualquiera de estos tratamientos lejos de ayudarnos en algo, lo único que pueden hacer es actuar como un atajo hacia la obesidad y hacia traumas psicológicos y físicos.

Las dietas milagros son dardos envenenados que pueden venir disfrazados de varias maneras; dietas con nombre, libros de famosos doctores, métodos con apellido, reglas que demonizan unos alimentos y exaltan el poder curativo de otros, enfoques que nos instigan a que todo lo que ingiramos sea ultra sano al punto de hacernos sentir culpables si no es así… la lista es interminable. Pero todas insisten en ser el método definitivo y en meter a todos los seres humanos en el mismo saco.

Pero ¿por qué nos cuesta tan poco creernos estos cantos de sirenas?

El divulgador e investigador científico Ben Goldacre, en su riguroso libro “Mala ciencia”, en el capítulo 13 (Por qué gente inteligente cree cosas estúpidas) nos dice:

Como seres humanos, tenemos la habilidad innata de:

  1. Identificar patrones donde solo existe ruido al azar.
  2. Ver relación causal donde no la hay
  3. Sobrevalorar información confirmatoria sobre cualquier hipótesis dada.
  4. Buscar información confirmatoria sobre cualquier hipótesis dada.

Quienes nos venden estas quimeras, saben y conocen muy bien estas vulnerabilidades y las explotan. En este muy recomendable libro, este doctor nos explica por qué somos tan propensos a creer algo que queremos creer. En el caso de las dietas milagro, suele ser básicamente, porque nos prometen auténticas proezas en un corto período de tiempo; pierde 5 kilos en 3 días, detoxifícate, prepárate para verano en 10 días, toma nuestros batidos y cápsulas quemagrasas y en 8 días serás como Cindy Carwford…y otras patrañas muy suculentas y fácilmente vendibles.

La realidad cae implacable.

La víctima compra el método y comienza. Transcurrido un tiempo del inicio de la pauta, la persona nota que se siente cada vez más débil, irritable y cansada, lo malo es que sus sensaciones se verán enmascaradas por lo que la báscula refleja (menos peso por una pérdida de agua y músculo debida a la malnutrición que estos enfoques conllevan) lo que la conduce a pensar que está funcionando, por lo que no hace caso a las señales que su cuerpo le manda y continua. Tarde o temprano la persona se verá obligada a abandonar ya sea por enfermedad física o psicológica.

Al tirar la toalla le siguen la decepción y la culpa. No se identifica como la víctima que es y se siente mal por no haberlo hecho bien. Se ve a si misma como una persona floja, incapaz de lograr nada. También observa que todo el dinero invertido, que en algunos casos llegan a ser miles de euros, puesto que estaba alimentándose exclusivamente de carísimos productos que una compañía sin escrúpulos le vendía, se ha ido a la basura.

El efecto yoyó

Lo que viene después de esto es lo que se conoce como “efecto yoyó” o efecto rebote. Ante un período de carencia tan severo, el organismo se vuelve muy efectivo en ahorrar y aprovechar todas las calorías que entran. Y claro, después de tanto sufrimiento lo que le apetece a la persona es consumir grandes cantidades de comida con una alta densidad energética y poco valor nutricional (fast food, embutidos, bebidas alcohólicas, postres, chocolates, etc), lo que sea con tal de tratar de olvidar y anestesiar el trauma que ha vivido. El cuerpo recupera lo perdido de inmediato con 3 o 4 kilos más de propina y por si fuera poco dando pie a la aparición de uno de los trastornos más comunes y que menos atención se le presta. El trastorno por atracón. Poco después y con unos cuantos kilos más que la vez anterior, alguien le cuenta que le ha venido genial tal o cual dieta que leyó en no sé qué libro. Y allá va nuestro amigo, una vez más, a repetir el ciclo.

Romper con la mentalidad de dieta.

¿Qué puedo hacer si de verdad quiero romper con este ciclo destructivo? No es algo fácil ni rápido lograrlo. Te dejo algunas pistas que podrían ser de ayuda:

  • Hacer las paces con la comida.
  • Olvidarnos de los atajos.
  • Aprender a sentir nuestras señales internas de apetito y saciedad.
  • No dejarnos deslumbrar por sofisticados productos y complementos bien envasados.
  • Respetar siempre las elecciones de los demás y no moralizar con la comida.
  • Dejar de atribuir propiedades milagrosas a ningún nutriente, alimento o producto.
  • Confiar únicamente en personal especializado.

Si de verdad queremos mejorar, debemos desaprender para volver a aprender y olvidar para siempre el concepto ya rancio que se la ha dado a la palabra “dieta”, que lo único que hace es sumirnos en un continuo fracaso.

Cambiar de hábitos no es tarea fácil. Toda una vida con falsas creencias sobre alimentación requiere tiempo y paciencia para desandar lo mal andado. Lo ideal sería buscar ayuda del profesional sanitario amplia y específicamente cualificado para este fin. El Dietista-Nutricionista. Este terapeuta, lejos de enseñarnos a perseguir un patrón estético, nos llevará sin ninguna promesa milagrosa, por el camino de sentar unos hábitos que nos ayuden de por vida, no solo a adelgazar, si no también, a través de la educación nutricional necesaria, a adquirir el criterio para no volver a ser engañados.

  1. SITUACIÓN ACTUAL
    1. ¿Qué ha pasado?

Cuando comenzó a escucharse en los medios, a muchos les sonó a cuento chino, a maniobra económica, a exageración mediática, a alarma social innecesaria, a otra gripe A, a otras vacas locas, a otra E-Coli en pepinos de cultivo ecológico que se saldaría con 54 víctimas mortales y todo bajo control. Que de ninguna manera estaban justificados los tintes terribilistas y apocalípticos que se le estaba atribuyendo. Error. La pandemia ya se había puesto en marcha.

Actualmente en España oscilan entre los quinientos y el millar de muertos al día. Da igual si es por o con el dichoso virus. El resultado es el mismo; miles de seres humanos que aún podrían seguir respirando de no ser por la ligereza con la que fue tomado todo esto en los albores de la catástrofe.

Ahora no queda otra que comprender que la vida ya no es igual y que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a serlo.

  1. Recapitulemos, ¿Cuál fue la reacción general en cuanto a alimentación se refiere?

Tras la primera semana de marzo, poco antes de ser decretado el estado de alarma, no pocos, transitaron del total pasotismo al pánico insuperable. Los supermercados se abarrotaron de personas presas de ese miedo que no permite pensar con claridad. Carros y carros de la compra a reventar de todo tipo de artículos. Comestibles perecederos e imperecederos, fueran necesarios o no. El objetivo era atesorar suministros para que el “Armagedón pandémico” no pillara a nadie desprevenido.

Podíamos ver a una madre sin poder comprar pañales porque alguien en su carro llevaba 20 paquetes. A un señor necesitando una barra de pan y no poder obtenerla porque otros señores llevaban 18 cada uno. El desabastecimiento fue real, no por falta de alimentos, si no por una compra irresponsable por parte de cientos de miles de ciudadanos descontrolados, presas de una psicosis en masa. Los sistemas encargados de aprovisionar no daban a vasto. Las ventas se habían quintuplicado, sextuplicado. Una reacción desproporcionada, imprudente e injustificada. Los presidentes de compañías de venta de alimentos no paraban de comunicar a la población a través de sus cuentas de Twitter y en sus notas de prensa, que no faltarían suministros, que por favor se hiciera la compra con calma. Nadie dijo que la comida se acabaría, pero claro, por unos días y para unos cuantos sí que se acabó. Algunos no pudimos hacernos los macarrones del lunes, dado que otros en sus despensas guardaron 30 kilos de macarrones. Cosas que tiene nuestra naturaleza humana en momentos de crisis.

  1. Vuelta a la calma. Demasiada calma…

Finalmente comprendimos que esta crisis no iba de pasar hambre. Nos acomodamos en casa y la gente comenzó a ver el lado positivo. Pasar más tiempo con los nenes, ver más series y películas, tratar de hacer algo de gimnasia en casa, cocinar más… ¿Cocinar más? Sí.

Los dietistas-nutricionistas, vimos el lado positivo de todo esto. Pensamos que, a pesar de la desgracia, esta era una buena oportunidad para tomar las riendas de la salud y de los hábitos, ya que por una cuestión de absoluta lógica desaparecían las clásicas situaciones como:

  • Los continuos supuestos compromisos en los que atiborrarse es la única opción.
  • Los snacks dulces y salados que son llevados al trabajo y no queda otra que engullir.
  • El tradicional “Se vale todo en el finde”.
  • La implacable, omnipresente e interminable BBC (bodas, bautismos y comuniones)
  • El oportunista y exigente “Celebremos cada cumpleaños”
  • El condescendiente “Solo bebo alcohol si salgo”
  • El indulgente y surrealista “Una vez al año, no hace daño”
  • Y otros grandes éxitos…

Todo esto se esfumaba como por arte de magia. Era como si se hiciera entrega de un lienzo nutricional en blanco a cada individuo confinado. En ese lienzo se podía pintar una nueva realidad fruto de una mayor reflexión y respeto por la salud.

  1. No fue así…

Nada más lejos. Las redes sociales se inundaron de fotografías donde ese “cocinar más” del que os hablaba más arriba, no era otra cosa que un sinfín de azucarados bizcochos, dulces varios, magdalenas, y otras muchas preparaciones caseras fruitivas* (*que dan placer pero que su valor nutricional es nulo), que poco tienen que ver con lo sano.

Jamás en la historia de la humanidad ha sido más importante cuidarse que ahora. Creedme, no es el mejor momento de incrementar el riesgo de padecer diabetes tipo II o de potenciar una ya incipiente hipertensión, o de avanzar con decisión hacia el sobrepeso y la obesidad y hacia todas las patologías y complicaciones que ello entraña, pero en fin… Cada cual es libre de escoger su camino, aunque habría que tener en cuenta que las consecuencias luego son para todos.

  1. La falacia del único villano.

Si existe algo en lo que los humanos somos expertos es en identificar a culpables externos. Es decir, condiciones en el entorno cuyo control escapa a nuestro margen de acción, coartando nuestra existencia.

Si lo llevamos al campo de la dietética de ciencia ficción, ¿qué falsos métodos nutricionales suelen tener un éxito rotundo al punto de que sus autores terminan recorriendo en sus yates las islas del mediterráneo, mientras sus abogados y asesores se encargan de pagar las irrisorias multas que las autoridades les imponen por contar patrañas? Aquellos que afirman con fehaciencia que todos los males de la humanidad derivan del consumo de un solo nutriente o alimento y que basta con evitarlo para alcanzar la vida eterna. Por ejemplo, cuando se nos dice que el gluten es el gran culpable. O cuando se nos dice que la leche nos va a destruir.

Nos encanta la ilusión de que hay un solo enemigo al que debemos erradicar para que todo en nuestra vida fluya y logremos trascender hacia un equilibrio y armonía jamás antes conocidos.

Pero, ¿por qué nos gusta tanto creer esta fantasía?, por la sencilla razón de que si el enemigo es externo a mí, quedo libre de toda responsabilidad. No es la decisión de beber alcohol a diario la que me perjudica incrementando el riesgo, por ejemplo, de varios tipos de cánceres o de sufrir accidentes de tráfico. No es mi sedentarismo enraizado el que me da ese continuo dolor articular y atrofia muscular. No es mi pésimo hábito de vivir a base de alimentos superfluos y bebidas azucaradas lo que me eleva el % de grasa corporal y me aboca a padecer serias enfermedades metabólicas. No es mi costumbre de fumar la que me mantiene en estado de bronquitis aguda y disminuye en 20 años mi esperanza de vida. No. Nada de eso. A mí lo que me estaba dañando era comer pasta, porque la pasta tiene gluten…(Estoy hablando en tono irónico, por si no se había notado). Aclaro, el gluten no hace daño a nadie que no tenga intolerancia o celiaquía. En cambio todo lo anterior hace mucho daño a todos.

  1. En este caso hay un villano real.

Ahora el malo malísimo sí que está ahí fuera. El virus monarca es un infame enemigo a evitar. Seguir a pies juntillas las consabidas recomendaciones sanitarias y respetar el confinamiento es una necesidad de primer orden.

¿Significa esto que con hacer lo antedicho bastará para que mi salud esté a buen recaudo? Definitivamente, no. Haciéndolo contribuiremos a no diseminar la enfermedad y a no empeorar la situación de tener un sistema sanitario al borde del colapso. El riesgo de contagio se verá minimizado y con ello todas las complicaciones que de él derivan. No obstante, las enfermedades no contagiosas que nos preocupan a los dietistas-nutricionistas y al resto de sanitarios siguen estando ahí, frotándose las manos de ver cómo nos abandonamos en nuestras casas.

2. RECOMENDACIONES DIETÉTICO NUTRICIONALES

2.1 ¿QUÉ PODEMOS HACER?

Si hemos leído e integrado todo lo anterior, es probable que ya seamos conscientes de la necesidad inmediata de tomar cartas en el asunto y tal vez ya tengamos una idea acerca de qué medidas tomar para mejorar, o al menos no empeorar nuestra condición fisiológica. Llevamos un mes en estado de alarma y no tenemos ni idea de cuánto tiempo más va a durar esta situación. Aunque fuera a acabar mañana, todo lo que podamos avanzar y mejorar para cuando esto pase, bueno es. Así que, ¡manos a la obra!

A continuación os dejaré unas cuantas sencillas recomendaciones que llevadas a término pueden ser cruciales en estos momentos de confinamiento:

  1. Reconocer la oportunidad única que esta situación adversa nos proporciona. Como ya os decía en el apartado 1.3, muchos factores que antes minaban nuestra intención de mejora han desaparecido. No es necesario que nos inventemos nuevas excusas. Aprovechemos ese, anteriormente citado, “lienzo en blanco” que todos tenemos en este momento y pintemos el cuadro de nuestra vida sana como nunca antes.
  2. Tomar conciencia de nuestro peso. No suelo recomendar a nadie que se obsesione con su peso. Todo lo contrario. Prefiero que mis pacientes aprendan a guiarse por las sensaciones que su cuerpo les va dando. De pesarlos y hacer cálculos de su composición corporal es algo de lo que prefiero ocuparme yo mismo, para que ellos puedan centrarse en aspectos más importantes. A pesar de esto, ahora es necesario tener un registro de peso. Hay personas que no engordan jamás. Son muy pocas. Para esas personas, este apartado no va dirigido. Va para el resto. Esa gran mayoría de mortales que tenemos la inherente y ultra desarrollada capacidad de convertir todo exceso en grasa. Tener una libreta donde anotar un par de veces a la semana, nuestro peso, puede ser una herramienta válida para saber si nos estamos sobrepasando.
  3. Cocinar más, sí. Guarreo casero, no. Siempre ha sido complicado conseguir pan integral, por ello hace años que tengo la costumbre de cocinar mi propio pan. No obstante de unas semanas a aquí me ha resultado casi imposible conseguir harina o levadura y no es precisamente porque la gente se esté haciendo más pan integral en casa. Es debido a la cantidad de postres, bizcochos y otros poco recomendables alimentos superfluos caseros que muchísimas personas preparan, exhiben y devoran en estos días. Por lo visto en lugar de confinamiento, muchos entendieron “confitamiento”. Pudiendo invertir el tiempo de cocina, que ahora sí tenemos, en guisar coloridos platos saludables, propios de nuestra cultura mediterránea, nos lanzamos a lo loco hacia “muffins”, “choco-cookies”, “chesecakes”, “lemonpies”, “carrotcakes”, “torrij-fraieds” (el último nombre es inventado) y otras muchas bombas de calorías vacías. ¿Nos damos cuenta del despropósito que esto supone? Si antes que nos movíamos más ya era poco aconsejable cocinar estas recetas, ¿qué nos hace pensar que ahora que llevamos el pijama de WiniPú de la mañana a la noche, es una buena idea? Cocinar es algo apasionante. Las opciones saludables son infinitas: Paella velenciana, Tabule, Moussaka griega, Gazpacho y Salmorejo, Cous-cous un sinfín de deliciosas ensaladas que mezclan sabores frescos, Hummus con vegetales, Faláfels, la ilustre y gran familia de legumbres cocinadas de las mil y una maneras que se pueden cocinar, Baba Ganoush, Ratatouille, Spanakopita, Pesto, Bruschetta, Ensalada Joriatiki griega…La variedad de platos sanos al alcance de todos es infinita. Estoy seguro de que podéis ser espléndidos en el ámbito culinario sin necesidad de poner en riesgo vuestra salud. Cocinar de manera ocasional dulces, bizcochos y postres, no pone en riesgo a nadie, convertirlo en un peligroso hábito, sí.
  4. Alimentación y defensas. El sistema inmunológico es la defensa natural del cuerpo contra las infecciones como las bacterias y los virus. A través de una reacción bien organizada, nuestro cuerpo ataca y destruye los organismos infecciosos que lo invaden. Estos cuerpos extraños se llaman antígenos. Si bien es cierto que el mantenimiento del sistema inmunológico requiere de un consumo constante de todas las vitaminas, minerales y macronutrientes, también lo es que estos requerimientos son, a día de hoy, fácilmente alcanzables a través de una alimentación saludable. Bajo ningún concepto debemos confiar en acciones aisladas supuestamente encaminadas a mejorar las defensas. Comprar actimeles o productos similares de pretendida eficacia terapéutica es caer en una muy bien entretejida trampa marketiniana. El problema no es solo la inversión económica que esto supone, sino también el poder llegar a descuidar aspectos de verdadera relevancia, como por ejemplo no fumar, no consumir habitualmente basura alimentaria, o estar activos físicamente. Tomarlos, nos puede inducir a pensar: “sé que debería comer sano, dejar de fumar y hacer deporte, pero bueno me tomo esto y está todo compensado”. Gravísimo error. Nada compensará jamás, ya sea alimento funcional, medicamento o suplemento, la falta de ejercicio, una alimentación saludable o el respirar aire puro en lugar de humo tóxico. Como habréis podido observar llegan a generar una falsa y peligrosa sensación de seguridad. Una cosa sí es indiscutible; tomarlos a menudo mejora la salud económica de sus vendedores. Nada más. No representan ninguna ventaja que justifique su inclusión en nuestra lista de la compra. El único alimento que eleva considerablemente el sistema de defensas, es la leche materna y, únicamente, cuando es consumida en la época de lactancia.
  5. Compra inteligente Ir al súper es una auténtica aventura. Todos con nuestras mascarillas y esos guantes chungos de plástico que te dan en la entrada que hacen que ya no se pueda comprar fruta y verdura por no poder abrirse las bolsitas. Esas miradas huidizas por los pasillos. No queremos conocer a nadie. Queremos comprar y salir corriendo. Y es normal. Por ello, más que nunca, el consejo aquí es que vayamos con una lista de la compra teniendo las cosas bien claras. Una vez configurada, repasémosla bien y consideremos si todo lo escrito es necesario y conveniente. Tratemos de minimizar lo superfluo y elevar el consumo de alimentos saludables, o al menos no malsanos.
  6. Los deseos de la carne En su aclamado libro Bueno para comer de 1989, el antropólogo Marvin Harris, narra cómo en 1981 el suministro de carne en Polonia sufrió un recorte de un 20% y debido al revuelo que esto causó en la población, el Gobierno polaco se vio obligado a declarar la Ley marcial. ¿Parece exagerado?, pues poco ha faltado para que vivamos una situación similar en pleno año 2020. Tras ser decretado el estado de alarma, uno de los productos que más fue solicitado al punto de ver neveras enteras completamente vacías, fue la carne. Todo tipo de carnes y sus derivados. Aquí una vez más, se pone de manifiesto el absoluto desconocimiento de la población en materia de nutrición. ¿Es pues la carne un alimento peligroso que debamos evitar? No. Tiene ciertos nutrientes y consumido de manera responsable puede formar parte de una dieta completa y sana. Entonces, ¿es un alimento insustituible con súper propiedades que deba estar presente cada día en nuestra dieta? Pues tampoco. Aprender a alimentarnos pasa por entender que las proteínas de origen vegetal son tan válidas como las animales. No pasa nada si dos o tres días de la semana pasamos con legumbres, soja texturizada, tofu, seitán, frutos secos, o simplemente sin consumir carne o productos animales. No, no nos vamos a malnutrir. Y para cerrar este punto conviene recordar la reciente declaración de Dennis Carroll. Director de la Unidad de Desarrollo y Seguridad Mundial de la Salud, Agencia de los EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID): “A medida que la población humana crece, vemos un aumento del apetito por la proteína animal y, en consecuencia, estamos criando ganado a niveles sin precedentes. El problema de esto es que la cantidad de animales en un espacio reducido es tan grande que eleva el riesgo de que un virus se propague y mute a gran velocidad”
  7. Alcohol, sistema inmunitario y Coronavirus. Uno de los datos que más ha sonado, impactando en el ámbito sanitario, es el repunte que la venta de bebidas alcohólicas ha experimentado en las últimas semanas. Y no es de extrañar viendo, por ejemplo, la abyecta estrategia publicitaria que el lobby del vino ha lanzado recientemente. “El virus no sobrevive en presencia de vino, ergo el vino protege ante el COVID”. .. ¿Habrase visto tamaña desvergüenza? Esto no es cierto, por favor. Lo único que conseguimos mintiendo así, es enfermar aún más a una población proclive a creer este tipo de noticia. La evidencia científica ha mostrado exactamente lo contrario a este reclamo. En el ámbito médico se ha observado durante mucho tiempo una asociación directa entre el consumo de alcohol y un mal funcionamiento del sistema inmunitario dando como resultado una mayor susceptibilidad a padecer neumonía. También se ve aumentada la probabilidad de síndrome de estrés respiratorio agudo. El vino, al igual que las demás bebidas alcohólicas, es un producto que puede dar placer y estimulación a sus consumidores, pero que bajo ningún concepto debe recomendarse. Máxime sabiendo que el consumo actual ya es altísimo. Según el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer, no existe una dosis segura. Evitar o limitar el consumo de cualquier bebida alcohólica es la única recomendación que se debe hacer y se hace a día de hoy desde todas las instituciones sanitarias reputadas y no vendidas a los lobbys. Y aquí es donde muchos deciden matar al mensajero. Me gustaría poder decir otra cosa y ganar popularidad, pero en honor a la verdad, prefiero las pedradas de las contrariadas víctimas, antes que tener la conciencia intranquila.
  8. Higiene en la cocina. Siempre ha sido un asunto de preocupación sanitaria la higiene y la manipulación que hacemos con los alimentos. Ahora lo es aún más, dado que el coronavirus puede estar en alimentos o en superficies. Por ello es vital que recordemos la importancia de:
    1. Lavar los alimentos que se consumen sin cocción, como frutas y verduras, en agua con lejía (media cucharilla por litro de agua)
    2. Mantener una higiene máxima de superficies y suelos de la cocina. Agua con lejía y detergente a diario, aplicados con fregonas y trapos limpios, son una medida eficaz para evitar la contaminación.
    3. Una cocción segura en los alimentos es aquella que alcanza un mínimo de 65 grados de temperatura en el interior del alimento. Si eres un apasionado de lo crudo, es un buen momento para replantear tu pasión. Y si del sushi y el sashimi no te va a sacar nadie, al menos, extrema las precauciones.
    4. No utilizar la misma tabla y cuchillos para vegetales que para carnes o pescados. Lo mismo con los trapos. Limpiar la encimera, secarnos las manos y luego los platos, todo con el mismo trapo, no es buena idea ya que favorece las contaminaciones cruzadas.
    5. En la nevera es vital hacer una buena gestión de los espacios, teniendo en cuenta la importancia de poner en las partes altas los alimentos ya cocinados y no al revés, para evitar goteos de cosas crudas hacia cosas cocinadas. Remarcar también la inconveniencia que representa introducir alimentos calientes que pueden bajar la temperatura del ambiente, poniendo en peligro al resto de víveres.
  9. CONCLUSIÓN

Como habréis podido comprobar, esta pequeña guía no nos dice tanto lo que debemos esforzarnos en hacer, sino más bien nos ayuda a poner de relieve aquello que ya hacemos de forma casi automatizada y que puede estar perjudicándonos.

Si necesitáis pautas nutricionales efectivas y aplicadas de manera individual, no dejéis de contar con la ayuda de profesionales Dietistas-Nutricionistas titulados y colegiados, ya sea a través de nuestras consultas físicas u online, redes sociales, páginas web, podcast, programas de radio o vídeos en YouTube.

Hasta aquí mi aportación en esta mini guía práctica. Espero de corazón haber podido ser de ayuda en este momento histórico en el cual toda pequeña acción suma o resta.

Bibliografía científica

CONTROL EXTERNO

COMPRA INTELIGENTE

LOS DESEOS DE LA CARNE

HIGIENE EN LA COCINA

Ser un sanitario dedicado a la nutrición es duro. No sólo en nuestro país, sino en todo el mundo. Podéis entrar a páginas de redes sociales o blogs de DN´s y comprobarlo. Observaréis como mis colegas de profesión se alían para contar sus penas, lamer sus heridas y ayudarse en lo posible unos a otros. Y es que no es tarea fácil tratar de educar nutricionalmente a una población que cree tener un conocimiento superior sobre nuestra materia y que sin embargo no deja de cagarla.
Tenemos como “alumnos” a rebeldes adolescentes que no ven todos los peligros y trampas camufladas en un entorno cada vez más hostil para la salud. Y claro, como resultado, la obesidad a nivel poblacional no ha dado jamás un paso atrás. La mitad o más del presupuesto sanitario va a parar a enfermedades no contagiosas producidas por unos desastrosos hábitos de vida. Y allá vamos. Se continúa dando zumitos y galletitas a los nenes, se sigue diciendo que un buen vinito hace bien, se arrasa con los embutidos, se copia a pies juntillas el modelo americano (solo de lo que hacen mal, cuidado), etc.
En medio de este berenjenal estamos los dietistas-nutricionistas. Unos divulgando, otros intentando sobrevivir desde el ámbito privado. Algunos incluso convirtiéndose en payasos con tal de que el gran público los vea y escuche…

Los que aún no nos hemos vendido, casi que empezamos a comprender a quien sí lo ha hecho. Y es que al final parece como si la gente suplicara ser egañada, y adorara a quien engaña. Para más inri, ¿cómo nos percibe la mayoría?, como una especie de puretas que han venido de otra galaxia. Unos “pijiflautas” que no sabemos lo que es disfrutar de la vida y aborrecemos a quien sí lo hace. Nada más lejos de la realidad.
Hoy os quiero mostrar 10 comportamientos que los DN´s no solemos tener a pesar de lo que muchos puedan creer. Estoy seguro que a más de uno le va a volar la sesera por los aires.

10- Vender o consumir suplementos dietéticos.

Esta es evidente aunque aún rompe corazones. El DN de consulta, evalúa minuciosamente cada caso particular, y salvo una verdadera necesidad no prescribe alegremente ningún complemento, llámese pastillita, pildorita, batidito, etc.

9- Analizar lo que estás comiendo.

Cuando salimos de la consulta tratamos de desconectar. Nos da absolutamente igual lo que te vayas a pedir en un restaurante, por ejemplo. Si estamos ahí contigo es porque te apreciamos y queremos estar en buena compañía y lo que menos quisiéramos es que te estresaras. Bebe y come cuanto quieras. No nos estamos fijando, te lo prometo. Queremos tu mejor y más alegre versión. No a alguien nervioso y temeroso que necesita nuestra aprobación para pedirse unos tortellini.

8- Obsesionarnos con alimentos “súper buenrolleros”

No flipamos con las semillitas, ni alucinamos con los frutos rojos. El aguacate no nos empalma, ni nos mojamos con la papaya. No soñamos con campos de alfalfa, ni suspiramos por la quinoa andina. La leche de cabra para las cabras y las algas en el mar mejor. De hecho estas modas nos resbalan bastante. ¡Ojo! Que a veces sí que consumimos alguno de estos productos, pero como algo más, normal y corriente. Lo que sí tenemos claro es el impacto de cada comestible y bebida malsana en nuestro organismo, por eso evitamos o tratamos de reducir su consumo.

7- Comprar en herboristerías o supermercados ecológicos.

Rara es la vez que pisamos estos establecimientos. Poco tienen que ver con la dietética y la nutrición más allá de las acepciones comerciales que se les ha ido dando ¿Qué pasa?, ¿que lo que venden es malo? No necesariamente. El problema es la atribución terapéutica soterrada que se hace de la mayoría de sus artículos. Tienen la solución para infinidad de problemas de salud, pero eso sí, quienes te “prescriben” y cobran por los productos, son vendedores, no sanitarios.

6- Pasarnos el día a infusiones

No tenemos rituales que minen nuestro día a día. Ni incrustamos semillas en nuestras orejas, ni nos bebemos el consabido e inútil vaso de agua con limón por las mañanas. Tampoco tenemos por norma tomar infusiones “súper antioxidantes mágicas sanadoras” a todas horas. Nos gustan, sí, pero por beber algo cuando no tenemos sed y a veces para entrar en calor. La única infusión que nos suele acompañar casi todos los días se llama café y nos gusta amargo. Y nos lo tomamos no por ser sanísimo, sino porque está bueno.

5- Hacer y beber zumos con las verduras.

Nos encanta comer verduras, pero hace años que hemos tirado a la basura, bueno al “ecopark”, esa estupida máquina que tan de moda estaba, que por un lado sacaba el jugo y por el otro fabricaba moñigas resecas de fibra. Desprovee a los vegetales frescos de su fracción más valiosa. Así que no, no hacemos zumitos de verduras, por mucho documental milagrero que haya en Netflix. Muchísimo menos con las frutas.

4- Comprar agua en botellas o bidones

Salvo los compañeros que viven como misioneros en países empobrecidos donde el agua de grifo puede ser un riesgo, los demás llevamos años con la cómoda barra libre para beber agua que cada cocina incorpora en nuestro país. El grifo. Nos sorprende mucho como la gente vive esclavizada al hábito de arrastrar pesados bidones y botellas hasta sus viviendas por miedo a beber un agua que es 100% segura y salubre (la de grifo), y sin embargo, eleva sin pestañear su copa cargada de bebidas que contienen azúcares y alcohol, diciendo: ¡Salud! (¿salud?…)

3-Evitar los carbohidratos por la noche.

Si existe una falacia a prueba de bombas es la de que los carbohidratos por la noche son malos. Cuenta la leyenda que el insidioso poder deletéreo de estos macro nutrientes se activa al caer el sol. Sí. La inocente patata, el benévolo macarrón, la simpática yuca o el cortés plátano, cual vampiros que se transforman con la oscuridad, pasan a ser instrumentos del mal. Entes demoníacos cuya misión es engordar, enfermar, doblegar, destruir.
El DN, tiene muy claro que todo esto son paparruchas. Que basta con distinguir qué CH son saludables y cuales no. Los consume y recomienda a cualquier hora sin despeinarse. Lo mismo cenamos “kartofen salad”, que macarrones boloñesa.

2-Moralizar con la salud.

Lo que haga cada uno con su salud, lo que elija para comer, lo que le guste beber o fumar, es cosa suya. No consideramos un ser superior a quien se cuida ni inferior a quien no lo hace. Tampoco condenamos a los padres que proveen todo tipo de comestibles basura a los pequeños. En realidad son víctimas de un sistema y no los malvados verdugos de sus hijos.
Aplaudimos a quien decide dejar de comer carne por el bien del planeta, pero respetamos y entendemos a quien no lo hace. Un dietista-nutricionista no buscará hacerte sentir mal por lo que eliges. Si buscas su consejo, te expondrá las realidades científicas de cada elección. Lo que hagas con esa información es cosa tuya.

1-Evitar las frituras.

He reservado esta para la numero uno, no por ser la más importante, más bien por una cuestión de antigüedad. Lo de que lo frito es malo, es probable que hasta Moisés lo dijera en el génesis.
Pues allá vamos los DN’s, comiendo frituras varias veces por semana. ¿Donde está el drama? . No se pueden comparar las frituras industriales y las de negocios que llevan eones sin cambiar sus aceites (qué ya de por si son de baja calidad) con la fritura hecha en casa. Son ricas, los niños las aceptan, tienen mas calorías (que en muchos casos son necesarias) y alegran las comidas, que da gusto. Por ello en consulta, siempre enseñamos cómo freír para que los alimentos mantengan sus propiedades y sigan siendo saludables.

A quien haya llegado hasta aquí, enhorabuena, ya nos conoce muchísimo mejor y probablemente el día que le toque pasar revisión (a todos les llega la hora) se ahorrará el tiempo y la energía de tener que estar cuestionando varios de los consejos o pautas que su Dietista-Nutricionista le vaya dando.

#dietistanutricionista #nicoharos #noesloqueparece #conócenos #deniamarquesdecampo

Me ha llegado por medio de un amigo esta imagen en la que recomiendan en televisión cierta dieta específica para gente con infección por COVID-19
He intentado darle algo de sentido, rescatando parte de lo que expusieron.

Perdonad por el horrible diseño.

Lo que yo propongo abajo no es ni mucho menos la única forma de hacerlo bien ni la mas ideal para esta infección. Ese concepto de dieta ideal para esta enfermedad es un sesgo en toda regla.

Las correcciones mías son solo una forma de mostrar que con muy poco ya podrían haber hecho algo decente.

Estos días se han puesto en contacto conmigo de otro canal de TV, para que grabe unos vídeos de educación nutricional. No sé si podré aceptar el trabajo. Pronto se sabrá.
Lo que no entiendo es porqué no hacen lo mismo todas las cadenas de TV. Ponerse en contacto con expertos y no lanzarse a dar pautas sesgadas que lejos de ayudar, confunden y pueden enfermar aún más a la población.

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