Nadie quiere que su hijo sufra obesidad. Por desgracia, caminamos firmemente en esa dirección; la de instaurar en nuestros hogares el sobrepeso y la obesidad como norma, con todo el sufrimiento y malestar que esto supone. Han sido unas 3-4 décadas las que han hecho falta para que de manera gradual y sin apenas darnos cuenta, nos hayan hecho copiar el modelo wetern de alimentación y estilo de vida. Nuestros pequeños son el público más vulnerable. Con mirar anuncios cualquier sábado por la mañana o cualquier día por la tarde, observaremos que existe un marketing agresivo dirigido al público infantil. También hemos experimentado una proliferación de restaurantes de comida rápida y omnipresencia de comida chatarra (junk food) en general. Les exigimos más a nivel académico (deberes, exámenes, etc) y proporcionamos menos ocasiones de juegos a la antigua (pilla-pilla, escondite, rayuela, etc). La tecnología (smartphones, tablets, videojuegos, etc) también tienen su parte de culpa. Por todo esto las cifras de obesidad infantil están tocando máximos históricos. En el mundo de la sanidad ha surgido una máxima terrorífica; “Tenemos ante nosotros a las primeras generaciones de niños que vivirán menos años que sus padres”
