10 cosas que los dietistas nutricionistas, para sorpresa de muchos, no hacemos.

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Ser un sanitario dedicado a la nutrición es duro. No sólo en nuestro país, sino en todo el mundo. Podéis entrar a páginas de redes sociales o blogs de DN´s y comprobarlo. Observaréis como mis colegas de profesión se alían para contar sus penas, lamer sus heridas y ayudarse en lo posible unos a otros. Y es que no es tarea fácil tratar de educar nutricionalmente a una población que cree tener un conocimiento superior sobre nuestra materia y que sin embargo no deja de cagarla.
Tenemos como “alumnos” a rebeldes adolescentes que no ven todos los peligros y trampas camufladas en un entorno cada vez más hostil para la salud. Y claro, como resultado, la obesidad a nivel poblacional no ha dado jamás un paso atrás. La mitad o más del presupuesto sanitario va a parar a enfermedades no contagiosas producidas por unos desastrosos hábitos de vida. Y allá vamos. Se continúa dando zumitos y galletitas a los nenes, se sigue diciendo que un buen vinito hace bien, se arrasa con los embutidos, se copia a pies juntillas el modelo americano (solo de lo que hacen mal, cuidado), etc.
En medio de este berenjenal estamos los dietistas-nutricionistas. Unos divulgando, otros intentando sobrevivir desde el ámbito privado. Algunos incluso convirtiéndose en payasos con tal de que el gran público los vea y escuche…

Los que aún no nos hemos vendido, casi que empezamos a comprender a quien sí lo ha hecho. Y es que al final parece como si la gente suplicara ser egañada, y adorara a quien engaña. Para más inri, ¿cómo nos percibe la mayoría?, como una especie de puretas que han venido de otra galaxia. Unos “pijiflautas” que no sabemos lo que es disfrutar de la vida y aborrecemos a quien sí lo hace. Nada más lejos de la realidad.
Hoy os quiero mostrar 10 comportamientos que los DN´s no solemos tener a pesar de lo que muchos puedan creer. Estoy seguro que a más de uno le va a volar la sesera por los aires.

10- Vender o consumir suplementos dietéticos.

Esta es evidente aunque aún rompe corazones. El DN de consulta, evalúa minuciosamente cada caso particular, y salvo una verdadera necesidad no prescribe alegremente ningún complemento, llámese pastillita, pildorita, batidito, etc.

9- Analizar lo que estás comiendo.

Cuando salimos de la consulta tratamos de desconectar. Nos da absolutamente igual lo que te vayas a pedir en un restaurante, por ejemplo. Si estamos ahí contigo es porque te apreciamos y queremos estar en buena compañía y lo que menos quisiéramos es que te estresaras. Bebe y come cuanto quieras. No nos estamos fijando, te lo prometo. Queremos tu mejor y más alegre versión. No a alguien nervioso y temeroso que necesita nuestra aprobación para pedirse unos tortellini.

8- Obsesionarnos con alimentos “súper buenrolleros”

No flipamos con las semillitas, ni alucinamos con los frutos rojos. El aguacate no nos empalma, ni nos mojamos con la papaya. No soñamos con campos de alfalfa, ni suspiramos por la quinoa andina. La leche de cabra para las cabras y las algas en el mar mejor. De hecho estas modas nos resbalan bastante. ¡Ojo! Que a veces sí que consumimos alguno de estos productos, pero como algo más, normal y corriente. Lo que sí tenemos claro es el impacto de cada comestible y bebida malsana en nuestro organismo, por eso evitamos o tratamos de reducir su consumo.

7- Comprar en herboristerías o supermercados ecológicos.

Rara es la vez que pisamos estos establecimientos. Poco tienen que ver con la dietética y la nutrición más allá de las acepciones comerciales que se les ha ido dando ¿Qué pasa?, ¿que lo que venden es malo? No necesariamente. El problema es la atribución terapéutica soterrada que se hace de la mayoría de sus artículos. Tienen la solución para infinidad de problemas de salud, pero eso sí, quienes te “prescriben” y cobran por los productos, son vendedores, no sanitarios.

6- Pasarnos el día a infusiones

No tenemos rituales que minen nuestro día a día. Ni incrustamos semillas en nuestras orejas, ni nos bebemos el consabido e inútil vaso de agua con limón por las mañanas. Tampoco tenemos por norma tomar infusiones “súper antioxidantes mágicas sanadoras” a todas horas. Nos gustan, sí, pero por beber algo cuando no tenemos sed y a veces para entrar en calor. La única infusión que nos suele acompañar casi todos los días se llama café y nos gusta amargo. Y nos lo tomamos no por ser sanísimo, sino porque está bueno.

5- Hacer y beber zumos con las verduras.

Nos encanta comer verduras, pero hace años que hemos tirado a la basura, bueno al “ecopark”, esa estupida máquina que tan de moda estaba, que por un lado sacaba el jugo y por el otro fabricaba moñigas resecas de fibra. Desprovee a los vegetales frescos de su fracción más valiosa. Así que no, no hacemos zumitos de verduras, por mucho documental milagrero que haya en Netflix. Muchísimo menos con las frutas.

4- Comprar agua en botellas o bidones

Salvo los compañeros que viven como misioneros en países empobrecidos donde el agua de grifo puede ser un riesgo, los demás llevamos años con la cómoda barra libre para beber agua que cada cocina incorpora en nuestro país. El grifo. Nos sorprende mucho como la gente vive esclavizada al hábito de arrastrar pesados bidones y botellas hasta sus viviendas por miedo a beber un agua que es 100% segura y salubre (la de grifo), y sin embargo, eleva sin pestañear su copa cargada de bebidas que contienen azúcares y alcohol, diciendo: ¡Salud! (¿salud?…)

3-Evitar los carbohidratos por la noche.

Si existe una falacia a prueba de bombas es la de que los carbohidratos por la noche son malos. Cuenta la leyenda que el insidioso poder deletéreo de estos macro nutrientes se activa al caer el sol. Sí. La inocente patata, el benévolo macarrón, la simpática yuca o el cortés plátano, cual vampiros que se transforman con la oscuridad, pasan a ser instrumentos del mal. Entes demoníacos cuya misión es engordar, enfermar, doblegar, destruir.
El DN, tiene muy claro que todo esto son paparruchas. Que basta con distinguir qué CH son saludables y cuales no. Los consume y recomienda a cualquier hora sin despeinarse. Lo mismo cenamos “kartofen salad”, que macarrones boloñesa.

2-Moralizar con la salud.

Lo que haga cada uno con su salud, lo que elija para comer, lo que le guste beber o fumar, es cosa suya. No consideramos un ser superior a quien se cuida ni inferior a quien no lo hace. Tampoco condenamos a los padres que proveen todo tipo de comestibles basura a los pequeños. En realidad son víctimas de un sistema y no los malvados verdugos de sus hijos.
Aplaudimos a quien decide dejar de comer carne por el bien del planeta, pero respetamos y entendemos a quien no lo hace. Un dietista-nutricionista no buscará hacerte sentir mal por lo que eliges. Si buscas su consejo, te expondrá las realidades científicas de cada elección. Lo que hagas con esa información es cosa tuya.

1-Evitar las frituras.

He reservado esta para la numero uno, no por ser la más importante, más bien por una cuestión de antigüedad. Lo de que lo frito es malo, es probable que hasta Moisés lo dijera en el génesis.
Pues allá vamos los DN’s, comiendo frituras varias veces por semana. ¿Donde está el drama? . No se pueden comparar las frituras industriales y las de negocios que llevan eones sin cambiar sus aceites (qué ya de por si son de baja calidad) con la fritura hecha en casa. Son ricas, los niños las aceptan, tienen mas calorías (que en muchos casos son necesarias) y alegran las comidas, que da gusto. Por ello en consulta, siempre enseñamos cómo freír para que los alimentos mantengan sus propiedades y sigan siendo saludables.

A quien haya llegado hasta aquí, enhorabuena, ya nos conoce muchísimo mejor y probablemente el día que le toque pasar revisión (a todos les llega la hora) se ahorrará el tiempo y la energía de tener que estar cuestionando varios de los consejos o pautas que su Dietista-Nutricionista le vaya dando.

#dietistanutricionista #nicoharos #noesloqueparece #conócenos #deniamarquesdecampo

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