Si existe una tendencia ancestral en el campo de la dietética es la de mitificar determinados alimentos, ingredientes, nutrientes o micronutrientes, atribuyéndoles propiedades poco menos que milagrosas. La idea de hackear nuestra biología interna a través de elementos externos con el fin de convertirnos en metahumanos siempre nos ha seducido. Ya en la antigua Grecia muchos atletas atribuían a la miel propiedades ergogénicas (de mejora en el rendimiento) y la tomaban creyendo que así alcanzaban mejores marcas. Hoy en día sabemos que la miel es en un 85% azúcar, el resto es agua y no, no tiene efectos ergogénicos.
Hoy voy a hablarte de 4 alimentos que llevan varios años en boga y que sus partidarios no cesan jamás de hablar maravillas de estos pero que, no obstante, la ciencia ha mostrado que son alimentos normales y corrientes y que no tienen mayor efecto que otros mucho menos glamurosos.
Aceite de coco
El aceite de coco virgen lleva algo más de una década infiltrándose en los lineales de cada vez más supermercados. Muchos nutricionistas fuimos seducidos en un principio por sus supuestas propiedades. Su “alto” contenido en MCT (triglicéridos de cadena media) lo dotaba de características interesantes en dietas de adelgazamiento. No obstante, los nuevos estudios fueron mostrando que: 1- el MCT no sirve para nada y 2- su contenido en esta grasa saturada es ínfimo. Algunas líneas de investigación incluso mostraron que podía subir el colesterol LDL (el malo), aunque habría que tener en cuenta otros factores. Un asunto de vital importancia es saber que consumir un aceite que necesita 12 horas de avión para llegar hasta aquí no es bueno para la salud del planeta y que, a pesar de no ser un veneno y de que se pueda tomar, jamás igualará en propiedades a nuestro aceite de oliva virgen. Sabiendo lo anterior y considerando que su precio ronda entre los 15 y 30 euros por litro, mientras que el de oliva virgen extra oscila entre los 3 y 5, creo que queda poco que decir… En conclusión, si te apetece tirar mucho dinero a la basura para darle a tus platos un sutil toque a bronceador, adelante, no te pasará nada y podrás proclamar orgulloso que eres un piji-gelzi-fudi de primera.
Kefir
Si tecleamos “kéfir propiedades” en Google, vamos a alucinar con todas las maravillas que se escriben de este lácteo: “evita el cáncer, sana la piel, potencia el sistema inmunitario, mejora la salud ósea, previene la caída del pelo”… La realidad dista mucho de toda esta fantasía. El kéfir es un producto lácteo fermentado debido a la acción de hongos y lactobacilos, muy similar al yogur. Su consumo no tiene mayores ventajas. Al igual que el yogur, contiene vitaminas del grupo B y calcio, pero no son deficitarias. Quien padece intolerancia a la lactosa y lo toma no suele tener consecuencias debido a que en el proceso de fermentación la mayor parte de la lactosa pasa a convertirse en ácido láctico, situación que también se da ¿con qué? ¡Bingo! Acertaste, con el yogur. Algo a tener en cuenta es que el kéfir puede llegar a tener hasta un 3% de alcohol, por lo tanto si un niño se tomara medio litro se estaría tomando 15 g de alcohol, suficiente para coger una buena cogorza. Es bastante improbable que suceda, pero no está de más saberlo. En conclusión, puedes tomártelo si quieres, pero no flipes praderas búlgaras.
Aguacate
Aunque su popularidad en Norteamérica despegó en los 80, en España hasta hace 20 años nadie sabía ni lo que era. Hoy por hoy, no existe influencer, cheff o youtuber gastronómico que no posturee con este producto. El aguacate (del azteca ahuacatl, testículo) a pesar de ser la reina de las frutas insípidas, tiene todo un ejército de adeptos que ni el rey persa Jerjes. Su éxito es multifactorial. Por un lado es versátil, por otro es sano (la verdad sea dicha) también está su color y su forma. Hay dos motivos que convierten al aguacate en un alimento con el que no hay que flipar. El primero se llama agua. El documental “Podredumbre” de Netflix nos muestra cómo, debido a la gran demanda, el agua que se utiliza para su cultivo sobrepasa toda lógica volviéndose insostenible. Otro asunto reflejado en dicho reportaje es una realidad que pocos conocen. En México viejos cárteles del narcotráfico complementan sus ganancias con cultivos de aguacate. Esto se traduce en violencia desmedida, asesinatos, tortura y extorsión a pobres campesinos cuyas vidas no son más que mano de obra barata para sus verdugos. Sabiendo todo esto y teniendo en cuenta que su valor nutricional no es mejor que el de nuestro aceite de oliva (perdonad que sea pesado con esto), podemos reducir su consumo sin temor a que pase nada más allá de perder algunos likes en nuestras fotitos de Instagram.
Quinoa
La monarca de los pseudo-cereales “buenrolleros”. Su majestad de la familia amarantácea, la quinoa, traída del Perú. Nutricionalmente se puede considerar saludable y, además, es relativamente fácil de cocinar. Es un alimento que se ha ganado su fama debido a su exotismo, (10 horas en avión convierten a cualquier cosa en algo exótico) y al hecho de que su proteína tenga mayor valor biológico que el de los cereales ya que no tiene déficit de aminoácidos, como sucede con el arroz, el maíz o el trigo. Esto se traduce en que es un alimento bastante completo. Entonces ¿por qué no me puedo flipar con la quinoa? Te estarás preguntando. Por varios motivos. El primero y más importante, es saber que viene desde el Perú. Su auge ha provocado un consumo desmedido en occidente dando pie a que los propios peruanos encuentren prohibitivo tomarla ¿Te imaginas que intentaras comer naranjas valencianas y que te las quisieran vender a 20 euros el kilo? Pues algo así pasa allí en la actualidad. Otro motivo para no fliparse es que, al igual que con el aceite de coco, consumir productos que vienen de tan lejos provoca una huella de carbono monstruosa lo cual es poco ecológico y prescindible. Por último aclararte que su ventaja nutricional no es tal cuando entiendes cómo funciona el cuerpo humano. El hecho de que al arroz o a la pasta les falte un aminoácido (la lisina) no significa que sus proteínas no se vayan a aprovechar. El hígado se encargará de complementar esas cadenas con un pull de aminoácidos que irá acumulando debido a otras ingestas de otros alimentos. Vamos que puedes comer algo menos de quinoa y no sufrir pensando que te faltará “poder proteico”.
Conclusión
La lista de “piji-alimentos” de este artículo podría ser interminable (semillas de chía, trigo sarraceno, algas, leche de cabra, bayas de goji…), pero lo importante es que te quedes con esto: consumir ciertos productos creyendo que son como una especie de talismán para la salud es un error que te puede llevar a olvidar dos cosas. En primer lugar que la salud no es una cuestión de sumar elementos “mágicos”, sino de restar elementos trágicos (sedentarismo, alcohol, tabaco, comestibles superfluos, relaciones tóxicas…) y la otra, es que cada vez que inviertes tu dinero en algo estás fomentando un tipo de comercio más o menos justo.