En primer lugar para entender mejor esta intolerancia vamos a presentar a la auténtica protagonista y todos los papeles que es capaz de desempeñar, que no son pocos.
La fructosa es un carbohidrato, en concreto un monosacárido, que como el resto de sus compañeros de reparto, los disacáridos y polisacáridos, debe ser degradada por diferentes enzimas para su correcta digestión, absorción y asimilación, resultando la deficiencia de estas enzimas la responsable de estas intolerancias.
Generalmente se absorbe en el intestino con la ayuda del GLUT 5, que es una proteína trasportadora, para finalmente viajar por la sangre gracias a su compañera, la GLUT 2, para ser metabolizada por el hígado gracias a la enzima Aldolasa B. El hecho de que haya una deficiencia de esta enzima hará que se desarrolle la intolerancia. Este fallo es de base genética, como explicamos un poco más adelante y las personas que lo padecen no deben superar una ingesta máxima de 2 g de fructosa al día.
Si nos referimos a malabsorción de la fructosa, apuntamos a la afectación que sufre el GLUT 5 a nivel tracto-intestinal. La consecuencia de que no pueda ejercer su función de forma eficaz desencadenará el cuadro clínico de náuseas, dolor intestinal, gases o diarrea. La sintomatología dependerá mucho del grado de tolerancia de la persona afectada, pudiendo variar significativamente de un individuo a otro.
Las alteraciones en el metabolismo de la fructosa se producen por tres fallos enzimáticos:
- Por deficiencia de fructoquinasa, que no genera ningún síntoma clínico y por tanto no requiere tratamiento. Se sufre un proceso de desaceleración en la transformación de fructosa a fructosa-6-fosfato pero no tiene mayor repercusión y el pronóstico es satisfactorio.
- Por deficiencia de la aldolasa B, responsable de la intolerancia hereditaria a la fructosa que impide la transformación de la fructosa-1-fosfato en fructosa 1,6 difosfato. Las manifestaciones clínicas incluyen náuseas, vómitos, palidez, sudoración, temblor, letargia, convulsiones, hipoglicemia, daño hepático, ictericia, edema y ascitis. El tratamiento consiste en eliminar la fructosa de la dieta, como sacarosa (glucosa y fructosa), fructosa libre y sorbitol. La acumulación de esta enzima produce hepatotoxicidad y la inhibición de otras enzimas. Si se consumen alimentos con fructosa de forma prolongada se puede producir la muerte, aunque por lo general, los niños con fructosemia desarrollan una fuerte aversión por los alimentos con fructosa (frutas y dulces) por lo que dejan de consumirlos.
- Por deficiencia de fructosa 1-6-difosfatasa que transforma la glucosa a partir de todos los sustratos neoglucogénicos, lactato, glicerol y alanina y también la fructosa de la dieta. Se caracteriza por presentar acidosis láctica, hipoglicemia, disnea, taquicardia, apnea, irritabilidad, letargia, coma, convulsiones. El tratamiento consiste en prevenir las hipoglicemias y la neoglucogénesis, evitando el ayuno prolongado y proporcionando una dieta fraccionanda.
A diferencia de la intolerancia a la lactosa o al gluten, nos encontramos con algunos problemas añadidos, y es que no siempre se dispone de etiquetado adecuado para identificarlos, se infradiagnostica al inducir sintomatología inespecífica, o se valora indebidamente restringiendo grupos de alimentos innecesariamente pudiendo llegar a causar déficits nutricionales importantes en pacientes intolerantes.
Algunos de los ingredientes que deberíamos vigilar a la hora de comprar determinados productos son:
- Isomalt-isomaltitol (E-953)
- Maltitol y manitol
- Sorbitol (E-420), jarabe de sorbitol (E-420 II)
- Cualquier poliol, a excepción de eritritol
- Jarabe de maíz
- Sirope de agave y de arce
- Miel
- Lactitol
- Azúcar de coco
- Azúcar de panela
- Azúcar común
- Azúcar invertido
Aún está muy extendida la creencia de que la fructosa se encuentra principal o únicamente en las frutas, obviando alimentos tan consumidos como la miel, el azúcar de mesa, algunas verduras y hortalizas y alimentos integrales como el tan consumido pan ,debido al contenido en fructanos, que no son otra cosa que cadenas de fructosa. Por su parte el sorbitol se encuentra en algunos alimentos de forma natural así como en el aditivo E-420.
La sintomatología es muy diversa, siendo los síntomas más comunes la hinchazón abdominal, gases, flatulencias, dolor, distensión, náuseas y diarreas.
Para determinar el diagnóstico generalmente se lleva a cabo el test de hidrógeno, que mide la cantidad de hidrógeno producido tras la ingesta de una determinada cantidad de fructosa y la cantidad que se elimina.
El tratamiento es la restricción alimentaria, que dependerá de la intensidad de los síntomas. Se intentará mantener las cantidades que se toleren para evitar carencias nutricionales. Se recomienda tomar alimentos ricos en glucosa si se va a consumir fructosa dado a que ésta última mejora el umbral de absorción de la fructosa.
Como recomendaciones dietéticas para una dieta controlada en fructosa y sorbitol, deberíamos:
- Ingerir los alimentos con fructosa repartidos a lo largo de todo el día y en pequeñas cantidades.
- Limitar alimentos con mayor contenido en fructosa que de glucosa, como alimentos que contengan mezclas de fructosa y sorbitol, como las manzanas, peras, ciruelas, cerezas, melocotones, albaricoques y algunos dulces como chicles o caramelos.
- Alimentos procesados, ya que en su elaboración se puede añadir tanto fructosa como sorbitol.
- Evitar bebidas comerciales de frutas, y todas aquellas edulcoradas con fructosa o sorbitol.
- Algunos medicamentos. Consultar con el médico o personal de farmacia.
- Tener en cuenta que la cocción ayuda a que las verduras pierdan fructosa.
Los alimentos con más contenido en fructosa son:
- Azúcares y edulcorantes: fructosa, sorbitol (E-420), chicles, caramelos y gominolas.
- Frutas desecadas: higos, pasas, dátiles y orejones.
- Frutas: manzana, pera, ciruela, cereza, melocotón, albaricoque, nectarina, paraguayo, así como zumos y mermeladas.
- Verduras: las verduras con más de 1 g de fructosa/100 g son la remolacha, zanahoria, coles de Bruselas, berenjena, cebolla, espárragos, maíz, pepinillos, pimientos, tomate, boniato y chirivía.
- Cereales: integrales y salvados, cereales del desayuno azucarados o con frutas, bollería o dulces elaborados con fructosa o sorbitol, harina de soja y pasta con salsa de tomate.
- Leche y derivados: leche condensada, batidos de leche, helados de frutas, yogur con frutas o saborizados.
- Carnes y pescados: procesados.
- Legumbres: guisantes, judías verdes, soja.
- Salsas y condimentos: kétchup, mayonesa comercial, vinagre balsámico, nuez moscada, vainilla, sopas comerciales, salsas con fructosa y sorbitol.
- Bebidas: zumos de frutas, refrescos de frutas, bebidas edulcoradas con fructosa o sorbitol.
Llegados a este punto, resulta obvio pensar que el diagnóstico médico es crucial para distinguir una malabsorción de una intolerancia hereditaria a la fructosa o cualquier otro tipo de déficit enzimático más grave y que el asesoramiento por parte de la figura del dietista-nutricionista es clave, dado que si no se pauta la dieta correcta debido a las restricciones de algunos alimentos existe el riesgo de que la dieta sea deficitaria, sobre todo en micronutrientes, destacando la vitamina C, y la fibra dietética.
Es fundamental por ello consultar, antes de retirar alimentos, con un profesional de la nutrición, que se encargará de conseguir el máximo equilibrio dietético.
Susana Vidal García